miércoles, 31 de enero de 2018

El día de la marmota



“Gracias al catalanismo será libre Cataluña; y al trabajar nosotros, apuntalados en vosotros, trabajamos para la libertad nuestra, y así obtendremos la libertad de España. Porque muy lejos de ser irreconciliables, la libertad de Cataluña y la de España son la misma cosa. Yo creo que esta liberación conjunta no romperá los lazos comunes entre Cataluña y lo que seguirá siendo el resto de España. Creo que entre el pueblo vuestro y el mío hay demasiados lazos espirituales, históricos y económicos para que un día, enfadándonos todos, nos volviésemos las espaldas como si jamás nos hubiésemos conocido. Es lógico que en tiempos de lucha establezcamos el inventario cuidadoso de lo que nos separa; pero será también bueno que un día nos pongamos a reflexionar sobre lo que verdaderamente –no administrativamente, sino espiritualmente- nos une.
Yo concibo, pues, a España con una Cataluña gobernada por las instituciones que quiera darse mediante la manifestación libre de su propia voluntad. Unión libre de iguales con el mismo rango, para así vivir en paz, dentro del mundo hispánico que nos es común y que no es menospreciable. Y he de deciros también que si algún día dominara en Cataluña otra voluntad y resolviera ella remar sola en su navío, sería justo el permitirlo y nuestro deber consistiría en dejaros en paz, con el menor perjuicio posible para unos y otros, y desearos buena suerte, hasta que cicatrizada la herida pudiésemos establecer al menos relaciones de buenos vecinos. No se dirá que no soy liberal. Pero si esto ocurriera, y en el momento que se presentase, el problema sería otro. No se trataría de liberación común, sino de separación. No es lo mismo vivir independiente de otro que vivir libre. Nuestro país español es una prueba de lo que digo.
Planteadas las cosas en esos términos de convivencia y de igualdad, castellanos y catalanes tenemos una obra común por realizar que nos interesa a todos por igual. Ha de restablecerse el orden en la Península. ¿Qué orden? El de la justicia y del derecho, violados no sólo por la dictadura sino también por el estado español moderno cuando más parecía estar dentro de las normas constitucionales. Tenemos, todos, ante nosotros un problema político en el cual se resumen todos los demás. Se ha hablado muco de la cultura, pero la libertad ha de anteceder a la cultura. Al menos para mí. La elevación cultural es una elevación del hombre mismo.

Mas es preciso empezar por ser hombre. Ha de crearse un estado nuevo dentro del cual podamos vivir todos. A esto líricamente, se suele llamar revolución. Hemos de hacer saltar la clave del arco en el cual se cifran todos los estigmas de la sífilis histórica que la estructura oficial española padece. El estado ha de salir de la voluntad popular y ha de ser la garantía de la libertad. A esto se llama República. Y si hemos de vivir juntos, catalanes y castellanos, respetándonos mutuamente, ha de ser en virtud de la federación y no en virtud del corrompido prestigio de instituciones extenuadas. Esta revolución que propugnamos no se dirige contra un estado ficticio sino contra un estado real. Vosotros, catalanes, maldecís muy justamente del estado español; nosotros también. Pero la frontera que divide a los amigos y enemigos del estado español no es geográfica como la frontera lingüística sino social. Si el estado español tiene acérrimos enemigos en Castilla, también el estado español ha tenido -espero que no los tenga más- amigos y valedores en Cataluña, es decir, gente que ha pospuesto su catalanismo liberador a la preocupación fanática del interés de clase y se ha aliado monstruosamente con ese mismo estado que debería considerar como su enemigo natural si escuchase su conciencia de catalanes.

En resumen: queremos la libertad catalana y la española. El medio es la revolución; el objetivo la República, y la táctica oponer una barrera inconmovible al confusionismo y a la bastardía. Si estamos de acuerdo en todo esto bien podemos esperar que nuestra visita a Barcelona será inolvidable.”


Parte final del discurso de Manuel Azaña en Barcelona el 27 de marzo de 1930. Sobran los comentarios, cualquier parecido con la actualidad, enero de 2018, es pura imaginación del lector. Diré solamente que a quien esto escribe el debate territorial le importa un nabo. 


2 comentarios:

  1. Bueno, ya sabemos cómo reaccionan los de siempre a ideas así. A esos sólo les vale machacar al que no piense, actúe y busque lo mismo que ellos.

    Habrá que hacerle una visita a Azaña en Montauban para comentarle que todo sigue igual, que no se ha avanzado mucho.

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  2. Yo no he estado en el cementerio, pero en el hotel si, hay una placa en la calle y todo. Igual me pongo a buscar y encuentro una foto que hice.

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